La segunda parte de la manera más bella de la lengua de decir ‘Adiós’

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La figura de Don Alfonso aparece como eje central y al mismo tiempo como coordinador de toda la escena que se está llevando a cabo; es el motor que ha dado pie ha todo este juego de parejas y de infidelidades.

Las dos parejas muestran su pena al partir

Don Alfonso aparece, al mismo tiempo de espaldas en la imagen de quien observa, a pesar de ser él el centro de esta imagen observada. Aparece, otrora, ligeramente inclinado (Imagen superior) para observar la escena de forma indirecta.

Este gesto, el del lenguaje corporal, por sí solo ya marca el carácter de engaño que envuelve a este personaje; es la nota discordante, el provocador e impulsor de todo el conflicto que rige la trama de la obra; es el que va vestido de negro entre los blancos espolvoreados de matices claros. El gesto ligeramente vuelto de don Alfonso enfatiza aun más ese carácter de burla, de maldad y de personaje buffo que rompe la seriedad del juramento de lealtad: juramento típico de las novelas de Caballerías declarado tanto al rey como a la amada y declarado con la lengua oral, con la escrita y con la simbólica.

No en vano la letra de Da Ponte señala este ritual casi tan perfectamente como al normalizado de la escena del notario donde Despina representa las veces de Notario y de legalidad[1]. Pues reza la letra que “Di scrivermi ogni giorni…, due volta ancore…” En derecho romano, los rituales y actos de este tipo tenían la fuerza que no tenían las armas. En el caso de jurar tres veces o de realizar los actos un número determinado de ocasiones los confería como actos reales para todos los que observaban y para el futuro y futuros espectadores.

La fórmula de promesa de amor

La fórmula de promesa de amor

Al gesto de Don Alfonso ha de añadirse el hecho de cubrirse la cara con el sombrero a modo de ocultar la risa, otra marca de la burla perpetrada por este personaje. El juramento se lleva a cabo y los amantes juran su fidelidad: “Serbati fido!”.

Este gesto de volverse hacia las parejas de enamorados lo realiza dos veces, en cada una mira hacia un lado, derecha primero e izquierda después. Este doble giro enfatiza la idea de que ambas parejas están implicadas en este juego de engaños. Y enmarca perfectamente la simetría del cuadro. Que a su vez, unido al cuadro nº 14, ambos serían la despedida, están delimitados perfectamente por una marcha militar al inicio y otra al final que cierra el momento intenso de otear el cielo.

Este personaje es a la vez el único de los cinco que aparece en escena solo en un primer plano y que revela con sus palabras el engaño que en poco tiempo va a suceder. Es el personaje que introduce la discordia, la transgresión de la fidelidad y lealtad, del juramento, del ritual, en una imagen encuadrada que refleja una armonía casi perfecta.

Don Alfonso, quien engaña

Don Alfonso, quien engaña

Además destaca esta figura en cuanto al vestuario, al lenguaje de la indumentaria; si los amantes están caracterizados con el color blanco o con tonos muy claros próximos al blanco, color a su vez de la pureza y de la inocencia (los vestidos, los sombreros, las pelucas son blancas), don Alfonso destaca como dije antes por aparecer completamente vestido de negro (el traje, la capa, el sombrero) color que caracteriza la malicia, el ocultamiento, el engaño, incluso la muerte en último término. Y la nocturnidad y alevosía.

Este tipo de cuadros estáticos de engaño aparecen ya en la literatura conservada más antigua. Homero rescata de los cantares de los aedos y de los agones los hexámetros de la posteridad. En la Odisea aparece el cuadro del Caballo de Troya. Se encuentra invertida la pirámide que apreciamos en esta escena neoclásica pero responde a una simetría similar pese a ser en espejo.

Lo que hay en primer plano es el Caballo, que llega a la playa, que en lugar opuesto observamos aquí el barco (ambos esconden el futuro, ambos contienen madera quebradiza). El plano central de la llegada del Caballo y del barco es una figura humana: Helena, en aquel entonces y Don Alfonso en éste. Ambos personajes son los que engañan: Helena con sus voces y Don Alfonso con sus risas. Y los planos opuestos pero simétricos son los amantes engañados y los troyanos (curiosamente de la península de Anatolia –que liga con los albaneses, pues Albania estaba sujeta a los dictámenes del Imperio Otomano, que no era otro que el turco).

Redacción Oviedo /JPTroyanos engañados al fondo, a través de Helena (griega traidora) y los amantes engañados (los cuatro, no sólo ellas) por mediación de Don Alfonso (pervertidor de costumbres y valores) al que llaman viejo filósofo[2].

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REDACCIÓN OVIEDO


[1] En el folletín del DVD aparece: “When Don Alfonso can scarcely bite back his laughter, the lovers exchanges lasts vows and promises”.
[2] Cabe destacar que cuando engañan, ellos van vestidos de azul y grana; exactamente de modo inverso, y más claras ellas, que sus amadas. Este recurso ya se utiliza en la mitología griega para poder identificar los dioses a partir de un instrumento musical, de un tocado o de un objeto característico con el relámpago con el que se distingue a Zeus en innumerables relieves, menciones, etc.

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